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¿Te enojas y explotas? ¿Pierdes el control? Ataques de ira, una condición médica

¿Has perdido alguna vez los estribos, al grado de sentir la necesidad de agredir, insultar, golpear, llorar, gritar o simplemente explotar? La ira puede ser un problema serio, sino se aprende a controlar.

Las causas de un ataque incontrolado de ira, no se saben con certeza, aunque a menudo puede ser un síntoma de estrés, depresión o sencillamente, un mecanismo de defensa natural aprendido a lo largo de nuestras vidas.

La ira, como cualquier otra emoción, es un fenómeno psico-fisiológico que representa un modo de adaptación a cierto tipo de estímulos ambientales o producidos por uno mismo. Por lo tanto, en cierto sentido, ayuda a que la salud mental, permanezca sana pues el organismo la utiliza para liberar la energía acumulada por el estrés, o por tristeza, frustración y/o decepción.

De acuerdo con el documento “Evaluación de la Ira”, publicado por la Universidad de Valencia en España, en un ataque de ira, la persona reacciona ante la injusticia u ofensa percibidas de forma repentina y violenta, como forma de defenderse ante una amenaza inminente, muy relacionado con el instinto de supervivencia dentro del sistema social. Por su parte, según el reporte de la Clínica Mayo, en Minnesota, Estados Unidos, los ataques de ira suelen durar entre 10 y 20 minutos, pudiendo ocurrir por temporadas o estar separados por semanas o meses, en un comportamiento normal.

Un ataque de ira puede ser precedido o acompañado por: cosquilleo en la dermis; temblores, ante el aumento en la temperatura corporal, debido al incremento en el flujo sanguíneo; tensión en los músculos, originado por la contención de energía, de ahí los deseos de liberarla a golpes; taquicardia y opresión en el pecho; dolor de cabeza y el llamado “efecto de eco” que es una sensación de neblina  como consecuencia del aumento en los niveles de adrenalina y noradrenalina en el cerebro, las cuales afectan la amígdala cerebral y a todo el sistema límbico, que controla la atención y las acciones de respuesta ante las emociones. Es por esto que la ira provoca, que el individuo pierda objetividad, empatía, prudencia y  consideración alguna. En este estado, causar daño a alguien más, es prácticamente inevitable, ya que como bien se dice: la persona está “fuera de si”.

En un ataque de ira el individuo pierda objetividad, empatía, prudencia y  consideración alguna. Se lastima y a quien lo rodea.

La ira, puede manifestarse gritando, insultando, arrojando objetos, golpeando cosas, e incluso, agrediendo físicamente a las personas implicadas. Situación que, como reacción emocional de las personas, puede ser normal. Lo preocupante surge cuando, este tipo de reacción, se repite consecutivamente, al grado de convertirse en el primer patrón de conducta al cual se recurre ante una situación poco agradable o conveniente.

Cuando es así, se les llama Ataques de Ira crónicos, y la psicología y la psiquiatría, los cataloga como Trastorno Explosivo Intermitente (TEI). Según, Emil F. Coccaro, profesor de psiquiatría y neurociencia de la conducta de la Universidad de Chicago, es un trastorno del comportamiento que supone una condición médica, de la misma manera que la depresión, la ansiedad o el pánico; es decir, los ataques de ira consecutivos merecen atención médica, ya que no son sinónimo de “mala conducta”, en los niños, o capricho y descontrol en los adultos, como se suele decir. Incluso, se ha comprobado que el comportamiento iracundo es genéticamente heredado.

Según estadísticas, se estima que solamente en los Estados Unidos, el TEI, afecta a uno de cada 14 adultos, sin distinción de sexo.

Igualmente, el doctor Coccaro, expone que, para diagnosticar este trastorno, se debe dar seguimiento a la conducta del paciente y que, el problema más común para ello es el nivel de gravedad o la frecuencia de los ataques de ira. Recomienda que, si una persona ha tenido más de tres episodios que comprendan una reacción física y psicológica violenta, en su vida, o en último año, es candidato a ser canalizado con un psicólogo, ya que puede ser que tenga algún grado de TEI.

Psicológicamente, las personas, durante un ataque de ira, expresan un grado de hostilidad desproporcionada, por lo general, después de percibir una sensación de menosprecio cuando no se les entiende o rechaza, estallando ante la frustración, muy común en la depresión laboral, el estrés o el desamor. Y, después del episodio de ira, sienten una sensación de alivio, inmediatamente seguido sensaciones como: perturbación, remordimiento, arrepentimiento, culpa  o vergüenza.

Los expertos, como tratamiento, recetan que, para controlar la ira, se debe reorganizar la forma de pensar, aprender a hacerlo de forma positiva y abandonando los pensamientos negativos ante los momentos incómodos o de incomprensión.  Para que cualquier terapia funcione o mezcla de posibles soluciones, lo primero que debe de ocurrir es que la persona reconozca que tiene un problema, que quiera cambiarlo y estar dispuesto a hacerlo. Sólo así, el paciente podrá lograr aceptar los hechos conforme a su justa dimensión, con razonamientos lógicos y sensatos, utilizando técnicas y herramientas que poco a poco irá adquiriendo en la terapia.

Igualmente,  se necesita ejercitar el control emocional, a través de técnicas relajantes como la meditación, la práctica de yoga, el intercambio de abrazos o hacer ejercicio y deportes de contacto, con el fin de canalizar la ira hacia un costal o a cualquier objeto inanimado o a algún compañero debidamente entrenado.

Los ataques de ira, provocan serios problemas emocionales a quien los ejecuta y a quien los padece. Es importante conocer qué los provoca y que sí tienen solución. Acercarse con un especialista en la salud emocional los orientará de la mejor manera, antes de que éstos continúen, se incrementen y sus consecuencias sean devastadoras.

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