La adicción es una enfermedad familiar, su recuperación también
Se ha comprobado que los familiares cercanos a algún adicto necesitan también apoyo profesional ya que, a medida que avanza el problema, se ven afectados emocionalmente, siendo lo más indicado que ellos busquen ayuda profesional para resolver sus propios problemas.
De acuerdo con la Organización Mundial de la Salud (OMS), una adicción es una enfermedad física y psico-emocional. Comúnmente, a diferencia de los simples hábitos o influencias consumistas, las adicciones se consideran dependencias, que traen consigo graves consecuencias, mismas que, deterioran y/o afectan negativamente la salud física, emocional y mental del individuo. Además, poco a poco, le destruyen sus relaciones sociales, empezando por las más cercanas, es decir, por sus familiares.
Además, hoy en día se acepta como adicción, cualquier actividad que el individuo no sea capaz de controlar y que lo lleven a conductas compulsivo-obsesivas y que perjudiquen su calidad de vida. Entre las más reconocidas se encuentran el alcoholismo, tabaquismo, la drogadicción, la adicción al sexo, los trastornos alimenticios (anorexia, bulimia, comedores compulsivos), la adición al juego (ludopatía) y a las nuevas tecnologías (tecnofilia), así como la vigorexia o adicción al ejercicio.
La guía para la familia del alcohólico, publicada por los Grupos de familia Al-Anon en México, afirma que la mejor defensa de un familiar contra el impacto emocional de alguna adicción consiste en aceptar la enfermedad, adquirir conocimientos sobre ella y hacerse de la madurez y el valor necesarios para lograr realizar todo lo necesario para ayudar a su pariente y así mismo también. Y, añade, cuanto más se disimulen las emociones, más difícil será lograr un proceso de rehabilitación eficaz, ya que muchas veces la influencia recíproca es destructiva, no constructiva, por lo que la comunicación es un factor importante durante la recuperación de las adicciones.
Al respecto, diversos especialistas concuerdan que los familiares cercanos del adicto necesitan ayuda profesional y, en la medida de lo posible, personal. Quienes resultan más afectados son: el cónyuge, los hijos, los padres y los hermanos. Mismos que, si bien no son los responsables de la fármaco-dependencia o alcoholismo, ni pueden darle al adicto un tratamiento de rehabilitación, a medida que avanza la enfermedad, se van comprometiendo cada vez más a nivel emocional y, en muchas ocasiones, empiezan a actuar como facilitadores de la adicción, cambian su comportamiento, ignoran sus propias necesidades, evitan hablar del tema y en ocasiones se culpan a sí mismos y se resisten a creer que es la adicción de su familiar es una enfermedad.
Los familiares cercanos del adicto necesitan ayuda profesional de manera personal ya que atender la salud física y mental de los familiares es fundamental en el proceso de recuperación de cualquier adicto.
Asimismo, el licenciado Alberto Trimboli, psicólogo que coordina el Servicio de Adicciones del Hospital Álvarez, en Argentina, afirma que los adictos son pacientes incomprendidos y que muchas veces tienen que soportar el prejuicio de la sociedad y hasta de su propios familiares y que, paralelamente al trabajo de los profesionales, el rol de la familia es otro de los pilares del tratamiento para los adictos. Hecho que ha llevado a un sinnúmero de hospitales, clínicas e, incluso, dependencias de carácter público y privado en el mundo a implementar grupos terapéuticos y de apoyo para familiares de adictos, ya que muchas veces ellos no saben cómo afrontar el problema.
En ese sentido, instituciones como los Grupos de familia Al-Anon o los Grupos familiares Nar-Anon explican que la ayuda a los familiares de adictos es necesaria, ya que los efectos psicológicos de las adicciones se contagian, de una u otra forma, llegando a dañar a la familia. Y es entonces que se cometen una serie de errores que a menudo dificultan la recuperación del dependiente, aun cuando no sea ésta la intención como, por ejemplo, se suele caer en depresión, estrés, ira o violencia física, humillación o sometimiento brusco de la adicción, olvidando que es una enfermedad que merece un proceso gradual de desintoxicación, poniendo en grave riesgo la salud del paciente.
Lo anterior, afirman psicólogos de estas instituciones, como consecuencia de que es sorprendente ver cómo el adicto controla a sus familiares, principalmente al cónyuge o a la madre, quienes lloran, gritan, se quejan, alegan, ruegan, amenazan e, incluso, dejan de hablarle con tal de mantener su adicción; pero también disimulan, protegen y defienden todas las consecuencias de su enfermedad, agravando la situación.
Hecho que, a su vez, orilla a pensar que los familiares de los adictos deben de aprender a defenderse contra las armas que utilizan los dependientes, pues de lo contrario se convertirán en esclavos virtuales de la enfermedad, produciéndose a sí mismos una enfermedad mental y/o emocional que puede llegar a ser considerable y de efectos cada vez más irreversibles como la depresión, la fatiga crónica, el insomnio o demás patologías mentales. Realidad que obliga a conocer el proceso psicológico que un adicto recorre con el fin de llamar la atención de sus familiares, mismo que la mayoría de las ocasiones es mal entendido.
En primer lugar, se asegura que los adictos suelen hacer perder la paciencia o provocar ira de sus familiares más cercanos, quienes se enfurecen o se muestran hostiles y, con el tiempo, se vuelven incapaces de ayudarle correctamente. Lo anterior, aseveran psicólogos, ya que de forma consciente o inconscientemente, el adicto vuelca sobre otra persona todos los sentimientos negativos que siente contra sí mismo, orillando que el familiar enojado le sirve de excusa para reincidir.
En segundo lugar, los adictos suelen provocar ansiedad en sus parientes, haciendo que se sientan obligados a hacer por él lo que le correspondería hacer por sí mismo. Los familiares empiezan a resolver los problemas que ellos originan; por ejemplo, si extienden un cheque sin fondos, terminan por pagarlo; si no mantienen a su familia, ellos se encargarán del sustento; si provocan algún accidente, ellos pagarán los daños, y así sucesivamente, al grado de que, sin darse cuenta, se ven sumergidos en un desgaste mental y emocional extremo.
Aunado a ello, la relación entre familiares y adictos se ve permeada por el aspecto sentimental. Afirman psicólogos de este tipo de instituciones que, el amor no se suele manejar de forma adecuada; por ejemplo, la empatía se confunde con compasión y lleva a los familiares a tolerar las injusticias del adicto. Es decir, los familiares de los adictos piensan que amar es solapar, reemplazar al otro y responsabilizarse por él.
Por tanto, se considera que, los familiares de los adictos deben aprender a afrontar la ira y la ansiedad que les provoca el adicto, y para ello generalmente necesitan de la ayuda de especialistas o de grupos de apoyo, de la meditación o de instancias espirituales.
Se sabe que, el adicto no buscará ayuda para su recuperación mientras todas las necesidades y las consecuencias de su enfermedad sean atendidas por sus familiares. Se recomienda que es mucho más eficaz motivar al adicto a abandonar su condición y que, paulatinamente acepte la ayuda necesaria, dándole cariño y comprensión en sus etapas de sobriedad, que eliminando de tajo la sustancia o actividad a la que es adicto, ya que sólo se podrá conseguir reforzar la adicción.
Comúnmente, a la par del tratamiento médico y psicológico pertinente a los adictos y a sus familiares, se les recomienda acudir juntos a terapias y documentarse de forma responsable sobre todo lo que implique la adicción. Además, cabe mencionar que, la recuperación de las adicciones comprende la recuperación emocional de todos los miembros de la familia, que deben madurar antes, durante y después del tratamiento.
Las sesiones en familia involucran a los pacientes y a su familia en una serie de terapias grupales para eliminar los obstáculos, con el fin de lograr una comunicación clara y directa, liberando hechos y actitudes que se habían callado por miedo, culpa o vergüenza, con el fin de que conozcan mutuamente sus problemas y aprendan a superarlos.
Asimismo, existen las sesiones en pareja. En los hechos son una derivación de la anterior, sin embargo, se hace hincapié en la manera en que la pareja se involucra en la adicción, fomentando sentimientos de asertividad, amor y respeto en la intimidad de la relación.
Este tipo de alternativas sirven para recuperarse emocionalmente de la adicción y, así, poder encontrar la fuerza necesaria para decisiones correctas, aunque la enfermedad tarde mucho en curarse, haya recaídas o incluso el adicto no logre recuperarse o, en su caso, jamás quiera hacerlo ya que, la salud física y mental de los familiares es fundamental en el proceso de recuperación de cualquier adicto.